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sábado, 29 de marzo de 2014

Antónimo de conciliar

Busco sinónimos del verbo conciliar y se me ocurren unos cuantos: armonizar, convenir, arreglar, avenir, pacificar...  pero, ¿cuál es el antónimo?. Quizá...  ¿desavenir?, ¿desarreglar?...  Dejémoslo en no-conciliar.

En una ocasión leí un artículo que decía que no existe la conciliación laboral, sino un sacrificio por parte de la mujer. Y así es.

Un horario reducido sólo de mañanas en mi puesto de trabajo es algo totalmente incompatible. Ni siquiera he llegado a plantearselo a la empresa.

Así pues, entre reducciones y reajustes, mi horario es de 9 a 17:15 con una interrupción para comer. Y con la ventaja de que hay una escuela infantil con muy buenas referencias en la misma urbanización que mi lugar de trabajo, asi que el reencuentro con mi peque es inmediato.

Desde que empezó a acercarse el momento de reincorporarme al trabajo tengo una serie de sentimientos encontrados que no consigo poner en orden. Por un lado me apetecía recuperar una parcela de mi vida pero por otro, el pensar en separarme de mi bolita me ocasionó una crisis de ansiedad. Tuve que hacer un gran trabajo interior para no transmitirle a él toda mi angustia. Y dio su fruto.

El primer día de guarde él se quedó contento y tranquilo y yo me fui a trabajar, sin dramas, sin lágrimas.
En la entrada "En busca de una escuela infantil" cuento los pormenores.

A día de hoy el tema de los sentimientos encontrados no ha cambiado mucho. Me acuerdo de él durante mi jornada laboral. Paso la última parte deseando salir a recogerlo. Es una delicia ver con qué alegría me recibe, pero una vez en casa, me cuesta seguir su ritmo. Él sigue super activo y yo llevo las pilas medio gastadas.
Parecerá una tontería, pero en el trabajo te esfuerzas más si cabe, para que nadie cuestione en ningún momento que la maternidad haya podido mermar tu capacidad profesional. Procuras que no se noten esas noches sin dormir, que por suerte son pocas. Y aunque ya no vas tan arreglada como antes, no tienes tiempo de maquillarte e incluso te toca repetir modelo en más de una ocasión, das el do de pecho y lo que haga falta.

A pesar del cansancio, hago el esfuerzo de jugar, de zarandearlo (le encanta que lo lleve en volandas) y de aprovechar al máximo las pocas horas que lo veo despierto. Además él tiene un ataque de apego bestial. Normal...  Lo natural es que estuviera con su madre todo el día y no al cuidado de terceras personas. Pero esta sociedad no entiende de naturalezas.

Hay días en los que el estrés y el ritmo de trabajo pesan demasiado y me cuesta estar a la altura. Le pido el relevo a su papi y busco el descanso, o quizá sólo un momento de desconexión. Y acto seguido llegan los remordimientos de conciencia porque el tiempo que dejo pasar sin que haya disfrutado de él no vuelve. Y porque sé que él me necesita y apenas está conmigo.

Por otra parte, recuerdo que durante el permiso por maternidad tenía la sensación de haber entrado en un bucle, totalmente cíclico, en el que las actividades del día a día se repetían una y otra vez. Me apetecía romper con ello.
Hoy puedo afirmar que esa sensación perdura.
Por fin viernes, yuju!. Ñaaaaaccccc error!!!!. Cambias trabajo en oficina por trabajos domésticos. El resto es igual. Madrugón incluido. Y pasa el sábado y pasa el domingo y llega el lunes, martes, miércoles...y no se ve la luz al final del túnel. Con el añadido de la culpa por no estar con tu hijo todo lo que quisieras.

Vivo en un estado de somnolencia perpetua. Creo que he debido de generar algún anticuerpo contra el sueño porque yo no era capaz de aguantar sin hacer una buena cura de sueño cada cierto tiempo.

Pero hay algo que lo compensa con creces. Aunque parezca un tópico, todas las mamás sabéis lo que se siente cuando te acercas a la cuna por las mañanas y te reciben con esa sonrisa y esos aleteos de alegría. Es la mejor recompensa para afrontar cada día. El chute que hace que te vengas arriba y te cargues de positividad.

Durante un tiempo mantuve la esperanza. Sinceramente no sé de qué, ni en qué me basaba . Creo que soy más feliz ahora que he asumido que no hay posibilidad de armonizar, convenir, arreglar, avenir, pacificar... conciliar.


jueves, 27 de marzo de 2014

Los prescindibles

¿Cuántas veces hemos hecho listas durante el embarazo y hemos leído y/o recibido recomendaciones sobre artículos indispensables para el bebé?.  ¿Y cuántas veces nos hemos encontrado después con que muchos de ellos no nos hacen ningún servicio y se convierten en un cacharro más?.
Hoy voy a hacer un listado de mis prescindibles. ¡Ojo! Digo mis prescindibles porque se trata de una valoración total y absolutamente subjetiva.
Por suerte muchos de ellos me los prestaron.

- Termómetro para la bañera.
Entre que mi ducha desde donde relleno la bañerita es termostática y que al simple tacto se nota cuando el agua está agradable, me parece un objeto totalmente inútil.


- Pera manual para los mocos.
No he llegado ni a estrenarla.

- Sacamocos con sistema de aspiración.
Un foco de infección para el adulto que lo utilice y según los pediatras, nada recomendable para el niño. Aunque he de admitir que por pura ignoracia y recomendariones durante las clases de preparación al parto lo utilicé durante su primer resfriado.

- Termómetro de chupete.
Lo escupe antes de tiempo y adiós medición.


- Termómetro digital.
En este caso no es que sea prescindible, pero le gana por goleada el termómetro instantáneo de infrarrojos, mucho más fácil de utilizar con bebés. He de añadir que el que utilizo yo tiene gran precisión. Tampoco van mal las tiras de contacto con la frente. Yo las he utilizado para contrastar temperaturas.


- Cortauñas.
Venía en un botiquín básico de recién nacidos. Ni lo he tocado. Con la tijera roma se apuran mejor las puntas.

- Reductor de Maxi Cosi.
 En mi caso me lo dejaron, pero reducía tanto tanto que no cabía el bebé.

- Esterilizador de biberones para microondas.
Tooooooodo lo del nene va al lavavajillas. A la bandeja superior para ser exactos. Luego me encuentro con que va chupando las patas de la silla, pero ese es otro capítulo jeje.

- Calentador de biberones.
Totalmente inútil. De un tamaño standard en el que no caben distintos modelos de biberones. En mi caso, la mayoría. Además de que tarda un montón. Teniendo un microondas se puede prescindir de él perfectamente.
Limpiabiberones. Otra tontada. Como ya he comentado anteriormente, lavavajillas y listo.



- Robot de cocina para bebés.
Ni lo he sacado de la caja.

- Cucharita propia de vajilla para bebés.
Creo que tengo tres o cuatro modelos. Finalmente la que mejor me ha ido es la de acero inoxidable tamaño postre y ahora ya tamaño sopa.

- Bolsa de paseo para el carro.
La utilicé los primeros meses, creo que más por ilusión que por otra cosa. Ahora llevo lo imprescincible en la cesta del carro y en su mochila de la guardería.
Eso sí, me ha venido bien para las escapadas de fin de semana. Y fue la bolsa que utilicé para llevar al hospital. En fin, cualquier cometido menos para el que fue comprado.

- Intercomunicador.
Otro cacharro que ni he sacado de la caja. Y es que no necesito ningún artilugio. A la mínima lo oigo. Quizá la distribución de mi casa sea una ventaja en este sentido.

- Rodillo hinchable para estimular el gateo.
El diametro del rodillo es más grande de lo que puede abarcar el bebé. Se le escurre y se da un leñazo digno de esguince cervical. Por suerte parece que el pequeñín está hecho de goma. Pero él le ha encontrado utilidad. Lo ha convertido en saco de boxeo infantil.

Hay otra serie de objetos que me han parecido prescindibles incluso antes de comprarlos. Un taca-taca, un saltador, un parque...

Estoy convencida de que esta lista irá creciendo de manera directamente proporcional al crecimiento del peque, así que dentro de un tiempo, segunda parte.
Mientras tanto iré preparando la lista de los imprescindibles.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Confesiones de una mamá desesperada

En primer lugar quiero agradecer a Gely Albert su colaboración en esta entrada que hemos preparado a modo de entrevista, en la que se ha desnudado por completo y nos cuenta su experiencia sin pelos en la lengua, con la autenticidad que le caracteriza. Admiro su entereza, su espíritu de sacrificio y la chispa de humor que le sabe poner a la vida. BRAVO SUPERMAMI.

Mamá en prácticas
Precisamente una de las cosas que recuerdo con cierta simpatía es un episodio en el que saliste de compras toda contenta y acabaste enfadada con el mundo, tomándote una caña en la terraza de un bar, para sacudirte toda la mala leche que llevabas encima. Y es que Abril vino a este mundo a cargarse el tópico de que cuando ya te ha tocado un hijo "malo" el segundo siempre es "bueno". No sé qué opinas tú del tema... 

Gely Albert
Yo también recuerdo ese día, ahora con risas, pero en su momento con desesperación, teniendo en cuenta que es mi segundo hijo y crees que ya lo sabes todo.
El caso es que hice unas cuantas paraditas por todos los bancos que había del centro comercial al Corte Inglés, porque mi niña no dejaba de llorar y no quería ir en el carro. Me saque la teta otras tantas a ver si se dormía o se calmaba, y me permitía ir a consumir el vale que me habian regalado para comprar pañales en el Hipercor. Andando son unos 10 min de un sitio a otro....

Viendo que ya había pasado media hora y no habia solución opté por tomarme una cervecita en una terraza, con ella en brazos, por supuesto. Lo mejor es que me invitaron a otra por haber tardado mucho en traerme la primera jejeje.
Al final compre los pañales, pero con la ayuda de mi marido cuando terminó de ver "Gru, mi villano favorito" en el cine con mi hijo.

Todo el mundo te dice con respecto a los hijos que sale uno bueno, uno malo, uno malo y uno bueno....¡Y UNA MIERDA! con perdón. Abril sigue los pasos de su hermano.
Mamá en prácticas
Tengo entendido que además de madre, eres educadora infantil. ¿Has podido llevar tus conocimientos a la práctica?. Supongo que el estar academicamente capacitada y formada es una ventaja, o como mínimo un complemento a tener en cuenta.
Gely Albert
Abril vino al mundo después de casi siete años que tiene mi hijo. Mi marido no quería más hijos y es que Victor ha sido un niño complicado, más por mi que por él, ya que yo, al ser educadora, queria llevar a la práctica todo el trabajo que realizaba a diario.
Nunca dormía una noche entera porque yo lo pasaba a la cuna. Porque el colecho era impensable. Me pasaba la noche pasándolo a la cama para darle teta y luego volvía a su cuna. Así durante casi un año.

Ahora practico el colecho porque es lo que mejor nos sienta a las dos. Y aunque se siga despertando todas las noches unas cuantas veces, sé que no es por no estar a mi lado. También ese tal Carlos González ha hecho que vea que algunos niños se despiertan porque no tienen noción del tiempo y no saben si sus madres siguen ahí o si se han ido. Al menos ahora Abril sabe que sigo ahí.

Luego llegó el tema del control de esfínteres.....¡¡¡¡¡socoooorrrrroooo!!!!. Súper seño, que ha quitado cientos de pañales, en vez de escuchar a mi niño. me guié por mi profesión.... Él tenía un esfínter totalmente inmaduro y aún asi lo hice. Todavía me está pasando factura. Ha estado un año de tratamiento médico para ayudarle a madurar el esfinter. Porque para mi, volver a ponerle el pañal estaba en contra de lo que yo explicaba a las madres en esas reuniones.

Victor, a nivel de esfínteres, era más nocturno que diurno, pero yo me paseaba por la calle con una maleta llena de mudas y un orinal metido en una bolsa del corte ingles y se lo plantaba dode fuera jajajajaja
Hay ocasiones en las que todavía se le escapa.

Ahora lo veo desde la distancia y me echo las manos a la cabeza. Hablo con mis compañeras de trabajo que han tenido hijos y están en mi misma situación....si volvieramos a trabajar en el gremio no actuaríamos igual.
Yo he llegado a recomendar a Estivill como el mejor...
Por otro lado, afortunadamente, tu profesionalidad y sentido común hacen que te pases muchas cosas por el forro e intentes hacer lo que el niño necesita. Un buen ejemplo son las comidas. No todos los niños necesitan la misma cantidad y alli se ponian platos que ni tú te los comerías. Primero,segundo y postre. Intentas que lo prueben todo, pero yo he llegado a tirar medios platos porque veía que el niño no podía más y había comido perfectamente lo que necesitaba.

Como educadora la paciencia juega a mi favor y en eso la práctica la he llevado bastante bien. Utilizo "castigos" con noción de experiencia. Yo no soy de rincón de pensar, ni de cachetes, pero si de mirar a otro lado y no darle importancia, para que ellos tampoco se la den y dejen de hacer lo que para nosotros esta mal.
Ellos son niños y están obligados a probarnos, a pasar límites, en fin, a ser niños. Pero me ha creado mucha confusión porque mi instinto me decía una cosa y el libro con el que estudié otra muy distinta. Por eso recomiendo que ese instinto se siga y si te equivocas, eres tú la que se ha equivocado por decisión propia y no por lo que otros te hayan dicho que hagas.... El sentimiento de culpabilidad segurá estando ahí, pero nunca va a ser el mismo.
Mamá en prácticas
Vamos a pasar al tema de los encuentros íntimos. En mi caso, con un bebé de 9 meses, me parece que hay más probabilidades de que caiga un meteorito en Soria, a que yo encuentre un momento en el que esté relajada y tranquila como para ponerme a ello. A día de hoy me parece de ciencia ficción el poder encargar otro hijo!!. Tú que ya tienes dos (ya me contarás de dónde sacaste el tiempo jeje), cuéntame: ¿existe la vida matrimonial más allá del segundo hijo?.
Gely Albert
Llegamos al tema verde, jejeje. La verdad es que sexo poco y ganas pocas. Teniendo en cuenta que mi hijo, a pesar de que se acueste a las 3 de la mañana, a las 8 toca diana, por no decir puerta de la habitación con un "hazme la leche". Luego está Abril, en medio de los dos. Y lo de levantarme de la cama para ir a cualquier rincón de la casa como si me la acaba de comprar y tuviera que estrenar todas las habitaciones, pues como que no.

Últimamente he hablado con mi marido de que podíamos entrar en el libro Guiness de los record, porque sacamos a Abril al salón con su hermano para que la vigile y en esa milésima de segundo nos pegamos un polvete jajajajajajaja. Con el peligro de que Victor entre en ese momento y nos haga la súper pillada, que además con su edad algo de "eso" ya sabe.
Por otro lado, yo siempre he sido muy coqueta y me ha gustado cuidar mi imagen. Ahora, cuando después de no haber dormido más de 3-4 horas seguidas, me miro al espejo...hay días que parece que me haya ido a Pachá y me hayan dado garrafón. Otros días podrían contratarme en "The walking dead" ya sabéis de qué ¿no?. Así que, el verte mal también hace lo suyo, pero bueno, con Victor se pasó y con Abril también se pasará.

Pero mientras tanto hay que estar ahí toooooooooodos los días cuidándolos y queriéndolos como a lo que más, que es lo que se merecen.








Crianza natural

La entrada de hoy va sobre prejuicios estúpidos y sin fundamento. Y es que antes de estar inmersa en el mundillo de la maternidad, reconozco que tenía ciertos prejuicios hacia esa "comunidad hippie de mamás" defensoras a ultranza de la crianza natural, también conocida como crianza con apego.
Porteo, lactancia prologanda, colecho, BLW, no cereales, no vacunas, pañales de tela, no retiradas de pañal anticipadas, sistema educativo alternativo...

Me descubro a mí misma mirando a una mamá que portea en un fular a su bebé cercano a los doce meses de edad, o a la que amamanta a su bebé bien grandecito, mientras en mi interior pienso que son unas naturistas extremas o que tanta teta es puro vicio.

Me pregunto de dónde me habré sacado yo esos prejuicios. Mis padres no me han educado así, desde luego. ¿Habrá sido esta sociedad la que me lo ha inculcado, poco a poco, sin que yo haya sido consciente de ello?. Y por otro lado, ¿a mí qué me importa lo que hagan las demás?. Siempre he defendido el lema de "vive y deja vivir".

Hoy es el día en que soy madre de un bebé de casi nueve meses y no veo el momento de dejar la lactancia. Antes porque era un momento mágico en que se aferraba a mi, se relajaba, se acurrucaba y se sentía en el lugar más seguro del mundo. Ahora porque es de los pocos momentos mío de verdad. ¡A pesar de que no para quieto ni mamando!.

Porteo por el puro placer de sentir a esa bolita de felicidad pegadita a mí, aunque también tiro de carro cuando me conviene.

No he puesto en práctica la BLW, pero no lo descarto totalmente. De hecho alguna vez le voy dando alguna cosilla para que guarree, experimente y se entretenga. El entretenimiento sobre todo es cuestión de supervivencia para mí. Marca la diferencia entre recoger la cocina o dejarla patas arriba.

No practico colecho, pero me encanta meterlo a mi cama los fines de semana por la mañana y hacernos los remolones. Aunque últimamente se dedica a maltratarme. Patadas, arañazos, tirones de pelo...¡Si es que hay amores que matan!.

No uso pañales de tela, pero le limpio el culete con manzanilla, con aceites y con productos naturales. ¡Hasta me he montado mi propio kit de toallitas ecológicas!.

No estoy dispuesta a una retirada anticipada de pañal. Será cuando su esfínter esté preparado. No por el simple hecho de que toca hacerlo porque hay que escolarizarlo.

Me gustaría darle una educación alternativa, sin fichas, sin estándares. Que pudiera ir a su ritmo, conviviendo con la naturaleza, aprediendo principios básicos, jugando sin obligaciones de tener que hacer los deberes...bonita utopía.

Hoy, desde mi posición de madre, echo la vista atrás. A cuando me atreví a cuestionar la forma de crianza de aquellas mamás, y me veo reflejada en ellas.

Porque en la maternidad no hay prejuicios, no hay guiones escritos. Es el instinto natural el que prevalece y la mayoría de las veces es cuestión de supervivencia.





Niño o niña

Hace unos días me comentaron el caso de una conocida, que estando embarazada de 23 semanas del que va a ser su segundo hijo/a, no quiere conocer el sexo del bebé hasta que nazca. Lo curioso del caso es que con su hija, que apenas tiene 16 meses, sí que lo supo. ¿Qué le ha hecho cambiar de opinión en tan corto espacio de tiempo?.

Ciertamente, yo guardo un bonito recuerdo de cuando nos lo desvelaron, a pesar de que las circunstancias no eran las más idóneas, puesto que en ese mismo momento me iban a practicar una punción para extraerme líquido amniótico.

Estaba embarazada de 16 semanas y no hubo lugar a dudas. Se trataba de un niño. A mi chico se le puso una sonrisa de tontin imposible de olvidar.
Pero, ¿Y si hubiésemos esperado al momento del nacimiento?. ¿Lo hubiésemos disfrutado de igual manera o hubiese pasado a un plano secundario?.

Y en cuanto a los preparativos ¿Hubiera sido capaz de comprar todo lo necesario para un bebé de sexo sin definir y de prepararlo con la misma ilusión? ¿Hubiera podido decorar su cuarto sin saber si su nuevo habitante iba a ser niño o niña?. 

Me paro a reflexionar y puede que se trate de algo totalmente vanal, producto de una sociedad consumista que nos arrastra, y más en lo que a temas de maternidad se refiere.

En casa está servido el debate. Mi chico dice que el momento del nacimiento es demasiado inmediato, intenso e importante como para además de preocuparse de si el bebé está bien, también tuviera que estar pendiente de descubrir su sexo.

¿Hasta qué punto es importante el sexo del bebé?. ¿Y hasta qué punto los avances médicos nos estan privando de disfrutar de un momento único?.

Si tuviera otro hijo, ¿querría conocer su sexo con antelación?.





Mamá en prácticas

Una mañana mi bebé amanece con unos extraños granos en la barbilla. Se me activan las alarmas. Y si es varicela?. Pobrecito, ¡menudo papelón!. 

A decir verdad, últimamente con cada cosa nueva que le pasa se me activan todas las alarmas. Y es que, a pesar de que actúo con el convencimiento de estar cumpliendo correctamente con mi labor de madre -porque las cosas cuando se hacen de corazón no pueden estar mal hechas - desde aquel episodio en que no supe identificar una otitis me puede la inseguridad.

Me voy a hacer la compra y curiosamente la carnicera, experta madre de tres hijos, me dice que está preocupada porque a uno de ellos le duele mucho la cabeza y no sabe si darle credibilidad, o si por el contrario se trata de una treta para no asistir a clase de música en la que le tocaba bailar con una niña (cuando sea mayor se arrepentirá de no haber aprovechado esos bailes con niñas, estoy segura!).

"Y si no le creo y luego resulta que era verdad?. Pero... y si no es verdad y resulta que estoy creando un chantajista emocional en potencia?", me dice angustiada.

Automáticamente recibo una bofetada de realidad y es que por mucho empeño que le ponga, por mucha intención que tenga y por mucho que crea conocer a mi hijo, siempre seré una mamá en prácticas.