Es un huracán que deja destrucción a su paso. Recojo una y mil veces las mismas cosas. En la cocina, en el salón, en el dormitorio...Entramos en un bucle sin fin. Él tira, yo recojo.
Cualquier juego constructivo que le saco, a los cinco minutos él lo convierte en un juego de percusión. Golpea la pared, golpea los muebles, golpea el frigorífico. Afortunadamente son piezas inofensivas...
Le abro un libro y lo cierra. Le pongo la TV y pasa de ella.
Lo bajo al parque para preservar mi salud mental y evitar que mi casa acabe como un castillo de naipes roto, pero entonces tenemos otro problema. Se lo come todo. Las piedras, las colillas... todo lo que encuentra por el suelo le va perfecto. E intentar sacárselo de la boca bien podía pasar por una escena del "Exorcismo de Emily Rose".
Hoy es domingo. Son las doce del mediodía. Llevamos 3 horas de muerte y destrucción y lo que te rondaré morena...
Cuando el fin de semana llega a su fin, simultáneamente también llega mi propio fin. Es el momento de la hecatombe.
Acabo como si me hubiese pasado una apisonadora por encima. Rendida, derrotada y con una nueva semana por delante que afrontar, aunque casi hasta agradecida de volver al trabajo.
Va a ser verdad que hay una edad para la maternidad, a pesar del concepto de todo-terreno que tenía sobre mi misma... Y de vez en cuando me preguntan por el hermanito. El hermanito? Quizá llegue cuando la reproducción sea posible a través de esporas, porque a día de hoy consume toda mi energía y lo único que me apetece es descansar y dormir. Dormir... qué gran placer!.
Es un bendito, lo sé, y lo adoro. Es simpático, sociable, come de maravilla (hasta las piedras del parque) y duerme 12 horas del tirón como si tal cosa (no es de extrañar viendo su ritmo de actividad frenética), y se echa su siesta en condiciones.
Quizá lo uno compense lo otro... no lo sé. Sólo sé que estoy muy cansada de ir tras él. De no poder hacer nada mientras está despierto. De llamarle la atención continuamente. Esto no se toca, aquello no se tira, esa porquería no se come....No tiene ocurrencia buena. Benditos sean los niños tranquilos. Aunque puede ser que no coman o no duerman bien.. No sé qué es peor.
Los niños se tienen que mover, también lo sé. Pero una cosa es moverse y otra no parar un segundo quieto.
Y todo esto no ha hecho más que empezar!. Que el señor me pille confesada.