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martes, 1 de abril de 2014

En busca de una escuela infantil

Hace un año por estas fechas, con un embarazo bastante avanzado, me dispuse a buscar la guardería apropiada para Bebé Experto.

A fin de economizar en tiempos de desplazamiento, y por otras razones prácticas, decidimos que lo mejor sería elegir una cercana a mi lugar de trabajo.

Las públicas estaban descartadas por incompatibilidad de calendarios. Sé que hay gente que matricula a sus bebés en guarderías públicas y durante las vacaciones de semana santa, navidad y durante el mes de julio buscan una privada para "colocarlo". No llegué ni a barajar esa opción. Totalmente descartada.

Afortunadamente, teníamos cuatro guarderías a elegir en la zona. La más lejana a 10 minutos andando. Las otras tres prácticamente in situ.

Busqué opiniones en la red y sólo encontré alguna reseña, así que no tenía muchas referencias por las que guiarme. En parte lo preferí, así no iba a estar condicionada por opiniones ajenas.

Solicité cita en todas ellas y descarté dos de inmediato. ¿El motivo?. Había que realizar la visita en sábado, cuando las instalaciones estuvieran vacías. Para ellos condición innegociable, para mí, desde luego, inaceptable.

Así pues, la lista se redujo a dos.

Visitamos la primera de ellas. Las impresiones fueron muy buenas. La directora muy cariñosa, las instalaciones pulcras, había armonía en el ambiente (entiéndase la armonía dentro de una escuela infantil) y tenían cocinera propia. Una señora con aspecto de ama de casa de toda la vida, muy entrañable. Estaba terminando de cocinar unas albóndigas que despertaban el apetito de cualquiera y tenía la cocina tan reluciente que se podía comer sopa en el suelo.

Vimos todas las aulas desde el cristal de la puerta, a fin de no interrumpir, a excepción de la de lactantes, que estaban durmiendo en ese momento.

Estuvimos en el patio cubierto, enoooorrrme y vimos al grupo de los mayores en clase de psicomotricidad.

Observamos que a la entrada había varias cartulinas con fotos de las distintas actividades. Excursión a una granja escuela, elaboración de una pizza casera, visita de la policía a los niños, cuenta cuentos, payasos, carnaval y muchos más eventos.

Además una de las formadoras era nativa de habla inglesa para que los niños se fueran familiarizando con el idioma. Ella los recibía en la puerta, les acompañaba un rato durante el día (alternando aulas) y los despedía cuando iban a recogerlos.

El balance no pudo ser más positivo. El único handicap era el precio. Casi 400 euros mensuales la jornada completa, además de matrícula, seguro escolar y material.

Nos quedaba por ver la segunda y última. Teníamos el listón alto, pero confiabamos en la competitividad propia de la cercanía.

Una vez más nos recibió la directora, un poco hippie, pero muy agradable al trato. Fuimos visitando las aulas, nuevamente sin interferir en las actividades de los niños.

En el aula de lactantes contamos trece, cuando según normativa el máximo es de ocho. Nos explicó no sé qué de que se solapaban por horarios.

En el aula de bebés de doce meses una de las bebés casualmente se cayó y comenzó a llorar desconsolada.

Las instalaciones, aunque limpias, eran pequeñas. El patio cubierto de juegos era igualmente pequeño. La directora era la cocinera (me recordó al skech de José Mota donde hace de funcionario y va pasando de ventanilla en ventanilla).

Y lo que más patidifusos nos dejó es que en el aula de los mayores, además de un señor escalón en mitad del aula, había una niña metida en un corralito, excluida del resto del grupo.
Lógicamente preguntamos el motivo y la respuesta fue de lo más sorprendente. La niña, de 18 meses acababa de pasar al aula de 24 meses y estaba en periodo de adaptación. Teoricamente era por su propia seguridad. Con perdón de la expresión, cágate lorito.

La diferencia de precio era de 107 euros mensuales. Más barata, claro está.

A los poquitos días de que naciera Bebé Experto, fuimos a matricularlo a la guardería elegida. Me daba mal rollo hacerlo antes de que naciera.

Llegó el día 2 de enero del 2014. Como comentaba en la entrada anterior antónimo de conciliar, previamente tuve que hacer un gran trabajo interior para eliminar cualquier sentimiento de ansiedad que pudiera transmitirle a Julen. Sabía que era lo único que podía hacer, no había más opción y había elegido la guardería que más confianza me inspiraba. Tenía que autoconvencerme de que lo dejaba en buenas manos e interiorizarlo.

Entramos. Bebé Experto estaba muy tranquilo y contento, como es él. Yo no me detuve más de la cuenta. Le di un beso y me di la vuelta. Milagrosamente no solté ni una sola lágrima.








2 comentarios:

  1. Realmente complicado elegir escuela... O es por el tema económico, o por que no te convence, o por sentimiento de culpa... Es toda una decisión!! Pero por mi experiencia (y lo que conozco de la tuya) nuestros niños se han adaptado de lujo!! Verás como Julen evoluciona a una velocidad de vértigo, estar con sus iguales les haces espabilar de lo lindo. María.

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  2. Gracias por los ánimos María. Sé que le vendrá fenomenal, pero era tan chiquitín cuando lo dejé y pasa tantas horas allí...
    Bss

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